Un verdadero drama en la Iglesia católica

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Uno de los mayores dramas que tenemos los cristianos en la Iglesia católica es un absoluto desconocimiento de la Biblia como palabra de Dios. Pocas cosas hacen más daño que este alejamiento de aquello que debería ser la fuente principal de nuestra fe religiosa: la Revelación. Quizás esta distancia fue influida por una reacción a la Reforma protestante de Lutero, que proclamaba la primacía fundamental de la Escritura. Como efecto colateral de la defensa católica de la Tradición se ha olvidado la importancia de la Biblia. Se subrayaron los peligros de comprender erróneamente los textos bíblicos y se dificultó su lectura. A Fray Luis de León le encarcelaron por traducir al castellano el Cantar de los Cantares.

En tiempos de pandemia se han multiplicado las prácticas de meditación a lo largo del mundo. ¿Por qué no han crecido exponencialmente los grupos de meditación y contemplación cristiana, en unos momentos tan adecuados para ello? Porque la Biblia hoy, desgraciadamente, está lejos de la vida de los bautizados. Hoy la gente necesita actualizarse continuamente en su ejercicio profesional, porque los conocimientos científicos progresan de manera muy rápida, pero en cambio, la mayoría de los cristianos solo tienen vagas ideas de la Biblia y de la fe, que aprendieron de pequeños y que no han actualizado. Aunque ha habido un gran progreso en la interpretación y la hermenéutica bíblica, no ha llegado a la gente. Y se va perdiendo la raíz judeo-cristiana como base cultural en su contenido profundo.

El distanciamiento de la Biblia complica mucho el progreso personal y comunitario eclesial ante los nuevos retos del mundo actual. Se ha dejado en manos de especialistas, cuando es algo que pertenece a todo el pueblo de Dios. Desconocer la Biblia ha tenido un efecto terrible en el cristianismo, que ha pasado a depender de las devociones sentimentales y de costumbres adquiridas, dejando a los cristianos de a pie desprotegidos y sometidos al clericalismo. A medida que la sociedad se ha desvinculado de la religión y la cultura se seculariza se abandonan estas tradiciones, y se sustituyen por otras ideas no cristianas. Y es significativo que muchos bautizados no lo echan en falta. A menudo quedan los resabios de las devociones o formas religiosas mezcladas con supersticiones.

Convertido el cristianismo en unas tradiciones recibidas y costumbres antiguas, no resiste el embate de las nuevas ideas o influencias. Al no profundizar en las propias fuentes para conectar la doctrina con la vida de las personas, no sabemos responder desde la propia identidad. Faltan dos elementos fundamentales: la palabra de Dios que nos comunica la sabiduría divina, y la comunidad cristiana que nos proporciona el ambiente familiar donde aprendemos a vivirla.

Cuando el cristianismo deja de ser una experiencia de Dios y se convierte en un conjunto de ideas y costumbres, puede ser fácilmente sustituido por otro grupo de ideas y costumbres distintas. Y se diluye la Iglesia como espacio familiar para un encuentro con Dios, y el vago sentimiento eclesial de identidad sociológica desaparece. Y la gente empieza a buscar verdad y plenitud humana en otros sitios, en otras doctrinas, en otras personas. Y surgen las idolatrías. Precisamente la motivación esencial de la Biblia es luchar contra las idolatrías, mostrando los caminos para liberarnos de ellas. ¿Pero cómo vamos a descubrirlo, si nadie nos lo enseña? Es lo que dijo el eunuco de Candace al apóstol Felipe (cf. Hech 8, 27ss). El mayor enemigo del hombre es la idolatría, porque nos empuja a buscar la felicidad donde no está. Es la misma historia de siempre, de ayer, hoy y mañana. En las historias de la Biblia están nuestras propias historias, en sus personajes estamos reflejados nosotros mismos.

La saga de los libros de Harry Potter nos habla de unos libros de magia que despiertan los poderes extraordinarios de los seres humanos, y escuelas donde uno aprende a desarrollar dichas facultades hasta su máximo potencial. Se trata de fábulas de ficción, pero que responden a arquetipos profundos que tenemos los humanos y que nos hacen mirar más allá de la rutina para descubrir horizontes de grandeza y sabidurías ocultas que se desvelan a quienes buscan la verdad con sinceridad. Todo ello está en el corazón del hombre, y el cristianismo revela esta grandeza anhelada como aquella filiación divina a la que estamos llamados y en la que se realiza la imagen divina impresa en cada uno de nosotros. Lo que en aquella saga literaria son ficciones inventadas, en la Biblia puede realizarse como experiencia actual. Esto es lo que la Biblia nos ofrece.

Es difícil la renovación de la Iglesia si faltan espacios de oración, de conocimiento bíblico y de experiencia cristiana. La comunidad eclesial tiene la misión de explicar ese mensaje y enseñar a vivirlo. Cuando encontramos comunidades vivas que saben escuchar y acoger la Palabra de Dios, la Biblia se convierte en un libro extraordinario, el más extraordinario de los libros. Un libro que es la puerta hacia el misterio de Dios y que nos revela el misterio de cada uno de nosotros. Y descubrimos la Iglesia con su rostro verdadero, como un pequeño rebaño que da luz a la humanidad.

El gran drama de la Iglesia en Europa es que disminuyen las referencias o evocaciones culturales cristianas y el vacío dejado por esta tradición es suplido por la ciencia, espiritualidades diversas, actividades culturales, organizaciones altruistas y métodos orientales… Y ¿cómo no? Por las plataformas audiovisuales que llenan nuestro tiempo de ocio con distracciones diseñadas según nuestros gustos individuales.

Hay que ofrecer los elementos necesarios que capaciten a las personas para comprender y vivir el mensaje de la Palabra de Dios, que incluye la Biblia y la Tradición. Sin la Biblia y la comunidad que te la ofrece, no puede haber renovación eclesial. Hay que dar a conocer la Escritura, pero no solo en teoría, sino con la práctica: es necesario crear escuelas de oración y de vida cristiana. Ambas cosas indisolublemente unidas. El cristianismo no es una doctrina teórica, ni costumbres o devociones, sino la experiencia de un encuentro personal con Dios, que se realiza en la comunidad cristiana iluminada por la Palabra divina.

Un comentario en “Un verdadero drama en la Iglesia católica

  1. Hay tantos puntos de esta lectura en los que coincido! La experiencia o el encuentro personal con Dios… La comunidad o familia para vivir esta fe…el aislamiento de los que con sencillez lo intentan…

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