Xabier Segura Echezárraga

El 24 de junio de 1988, en una intervención a finales del curso 1987-1988 en la Casa Diocesana de Espiritualidad de Betxí (Castellón), Francesc Casanovas ofrecía una síntesis que sigue siendo tremendamente actual para nuestra manera de entender la Iglesia.
Sus palabras, nacidas de la experiencia vivida en el Seminario del Pueblo de Dios, nos invitan a mirar con profundidad lo que somos y lo que estamos llamados a ser.
“Nosotros no somos un instituto, ni siquiera una comunidad eclesial sin más. Somos, sobre todo, una familia cristiana. La característica fundamental de la Iglesia primitiva era precisamente esa: dejar padre y madre, dejarlo todo para seguir a Jesús formando una familia con Él. Esta es nuestra vocación”.
Este enfoque rompe con dos reduccionismos que a menudo marcan la reflexión sobre la Iglesia:
- La visión jerárquica: verdadera en cuanto orden y servicio, pero incompleta si no se entiende que la autoridad en la Iglesia se vive como la de un padre que cuida a su familia.
- La visión democrática: igualmente verdadera en su deseo de participación, pero falseada si se olvida que la Iglesia no es una simple asamblea de votos, sino un cuerpo vivo guiado por el Espíritu.
La propuesta que surge de este mensaje es clara: volver a la intención original de Dios para su Iglesia, que es ser una familia. Una familia donde Jesús está en medio, donde se comparte la vida y los bienes, donde cada uno crece según su personalidad y sus dones.
En este sentido, Casanovas recuerda que Jesús habla más de cien veces del Reino de Dios en el Evangelio, y apenas dos de la palabra “Iglesia”. Porque la verdadera finalidad es vivir con mentalidad nueva, es decir, con la lógica del Reino: comunión, servicio, unidad, caridad.
Esta visión no es un simple ideal espiritual; es un llamado concreto a revisar nuestras estructuras, nuestras relaciones y nuestra manera de vivir la fe en comunidad.
¿No es este el momento de preguntarnos si nuestras parroquias, grupos o movimientos reflejan más una institución o una familia viva donde todos se sienten acogidos, valorados y enviados?
Aunque la comunidad del Seminario del Pueblo de Dios fue disuelta en el año 2017, su propuesta es plenamente actual y sigue resonando como una invitación universal urgente para todos los cristianos de todas las épocas: no construir otra organización, sino revivir la experiencia fundacional de la Iglesia, ser familia en torno a Jesús.
