Xabier Segura Echezárraga

La historia nos muestra el ejemplo de muchas revoluciones
La historia está llena de ejemplos de movimientos revolucionarios que comenzaron con la noble intención de derrocar imperios dictatoriales y promover la justicia y el bien común. Revoluciones como la francesa, la rusa o incluso algunas contemporáneas, como la cubana o la nicaragüense, han intentado ofrecer libertad y equidad a sus pueblos. Sin embargo, con demasiada frecuencia, estos mismos movimientos han terminado instaurando nuevas formas de autoritarismo, en ocasiones aún más opresivas que las que buscaban erradicar. Este fenómeno refleja cómo la concentración de poder puede convertirse en un arma de doble filo, pervirtiendo los ideales originales de justicia y transformándolos en sistemas de control y dominación.
¿Por qué sucede esto? Las dinámicas de poder tienen una naturaleza insidiosa. Cuando un grupo o individuo logra acceder a una posición de control absoluto, las tentaciones de la ambición, el egoísmo y la manipulación tienden a emerger. Es entonces cuando las estructuras que se levantaron para proteger a los más vulnerables comienzan a corromperse, olvidando las raíces mismas de la revolución.
El poder y la tentación en las religiones
Las religiones, cuya misión central es proclamar el bien de la humanidad a la luz de las leyes divinas, tampoco han sido inmunes a esta tentación del poder. A lo largo de los siglos, hemos visto cómo instituciones religiosas han adoptado formas autoritarias, alejándose de los principios fundamentales de amor, humildad y servicio. Desde las cruzadas y las inquisiciones hasta los escándalos contemporáneos de corrupción y abuso, la historia de las religiones también revela el riesgo inherente del poder desmedido.
Es paradójico que sistemas nacidos para guiar a las almas hacia la trascendencia y la comunión con lo divino hayan sucumbido a las dinámicas terrenales del control y la dominación. Este desvío no solo empaña la misión espiritual de estas instituciones, sino que también debilita la confianza de los fieles, distorsionando el mensaje original de esperanza y amor que buscaban transmitir.
Sabiduría universal: Lord Acton
La reflexión sobre el poder y sus riesgos ha sido un tema recurrente en la filosofía y la historia. Una de las expresiones más célebres sobre este tema proviene del historiador británico Lord Acton, quien en 1887 escribió al obispo Mandell Creighton la famosa frase: «El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente». Esta afirmación sintetiza magistralmente una verdad universal sobre la naturaleza humana: el poder, cuando no tiene límites ni controles, tiende a desviar incluso a las personas más bienintencionadas.
La advertencia de Lord Acton resuena tanto en el ámbito político como en el religioso. En ambos casos, la concentración de poder sin supervisión adecuada puede abrir la puerta a abusos, manipulaciones y la traición de los ideales que en un principio justificaron su existencia.
Conclusión
En el ámbito político, la democracia se erige como el sistema político más adecuado precisamente porque limita el poder absoluto y fomenta la rendición de cuentas. Sin embargo, para que una democracia funcione correctamente, es esencial que el pueblo esté educado y consciente, y que existan mecanismos de control eficaces sobre los cargos electos. Sin estas condiciones, incluso las democracias pueden degenerar en sistemas corruptos y manipuladores.
En el ámbito espiritual y religioso, aunque los desafíos son diferentes, las dinámicas autoritarias también pueden surgir. Las instituciones religiosas deben ser conscientes de estos peligros y esforzarse por promover el diálogo, la transparencia y la corresponsabilidad. En el caso de la Iglesia, las experiencias de unidad y sinodalidad vividas en las comunidades cristianas deben servir como camino hacia un estilo de comunión más auténtico y profundo. Este estilo irá alejando a la cristiandad de las jerarquías feudales medievales, que son resabios de estructuras políticas de otros tiempos, abriendo nuevos caminos de comunidad eclesial que nos ayudan a intuir el misterio del amor y la comunión trinitaria.
Al final, la lucha contra la corrupción del poder, ya sea en la política o en la religión, no se trata solo de cambiar sistemas, sino de transformar corazones. Es un llamado a redescubrir los valores esenciales de justicia, amor y servicio, y a vivirlos con humildad y determinación.
