“Amen. Francisco responde”. 

Una reflexión sobre

el documental del papa Francisco

dialogando con los jóvenes.

Xabier Segura Echezárraga

Hace unos días volví a ver, por segunda vez, el vídeo del papa Francisco titulado “Amén. El papa responde”, que se encuentra actualmente en la plataforma Disney + (en Latinoamérica en Star +). Al igual que la primera ocasión, me impacto el contenido, aunque pude fijarme en algunos elementos nuevos que no recordaba. El reportaje, dirigido por Jordi Évole y Marius Sánchez, está muy bien hecho, y va combinando imágenes de los diversos jóvenes en sus ambientes originarios con diversos momentos del diálogo con el papa.

El documental dura 1 hora y 22 minutos, y muestra a un grupo de 10 jóvenes de 20 a 25 años, procedentes de diversos países del mundo, que se reúnen con el papa en las afueras de Roma. Le van haciendo preguntas y surgen comentarios sobre temas diversos. Aparecen cosas que preocupan a estos jóvenes, como el racismo, el aborto, el feminismo y el papel de la mujer, la pérdida de la fe, la homosexualidad, la pederastia, etc.

El clima inicial es educado y cordial, pero el contenido de las reflexiones que van surgiendo en los jóvenes es intensamente crítico. Aunque en el grupo hay personas creyentes abundan las quejas y el cuestionamiento de las realidades eclesiales. El papa tiene una actitud de escucha y acogida, respondiendo con amabilidad y expresando las opiniones de la Iglesia en dichos temas. Muchos de las ideas que van apareciendo están muy en boga en nuestra sociedad actual, y tanto creyentes como no creyentes los asumen y defienden, expresando su distancia con la institución: en algunas posiciones abortistas en favor de la mujer, reivindicaciones sobre la ordenación femenina, el malestar ante los abusos, etc.

Hay que subrayar la valentía del papa por acceder a un diálogo de este tipo, enfrentándose a posturas lejanas a la mentalidad que representa. Sin duda está ejercitando su voluntad de acercarse a las periferias. En este caso, la juventud es una periferia a la que el papa se acerca y con la que quiere dialogar. No es un ambiente cómodo y fácil. No le han presentado un listado de los temas a tratar, ni las preguntas que iban a hacerle. No es frecuente que personas con poder y representatividad institucional se sometan a un escrutinio tan libre y abierto con quienes no comparten sus ideas. Se trata de una actitud valiente, con la confianza de poder transmitir un mensaje válido en medio de dificultades. En ese sentido, me evocaba el testimonio valeroso de los apóstoles en medio de una sociedad pagana, tal como atestiguan los Hechos de los Apóstoles.

El papa defiende a los emigrantes y denuncia la situación terrible en la que se encuentran, reclamando la necesaria solidaridad social. Apoya a los jóvenes que sufren bullying y racismo. Expresa su cercanía a la madre que se encuentra en situación de tener que abortar, pero también defiende el derecho a vivir del niño que está en su vientre. El papa mantiene la tradición de la Iglesia de no ordenar a las mujeres. Ante el testimonio del muchacho que ha sufrido abusos en su infancia, se pone al lado de las víctimas y valora la valentía de la denuncia realizada, subrayando el compromiso que la Iglesia tiene hoy -y el mismo papa de manera especial- de clarificar estos temas y exigir las responsabilidades pertinentes. Se le presenta una mujer “no binaria” (con pareja femenina) que se siente católica y defiende las diversas identidades sexuales, que le pregunta por su opinión sobre los que usan la Biblia para condenar a los que son “distintos”. El papa responde que no podemos condenar ni excluir a nadie de la Iglesia.

Llama la atención el testimonio de una youtuber colombiana que se gana la vida haciendo videos eróticos en internet, a la que el papa responde con la doctrina cristiana en contra de la pornografía y la cosificación de la mujer. Pero ella continúa diciendo que su trabajo actual le permite vivir una vida más digna con su actual pareja y su hija. También explica que cuando quedó embarazada fue abandonada por el padre de la criatura, e incluso por su propio padre (probablemente un católico colombiano), que no la respaldó. En dicha situación tuvo que salir adelante con malos trabajos y situaciones opresivas, y sólo actualmente ha conseguido la estabilidad necesaria para darle a su hija el ambiente y los cuidados que necesita. Y ahora trabaja sin opresión, con más libertad, mejoró su autoestima y confianza en sí misma. Y gracias a ello se atrevió a aceptar la invitación para dialogar en aquel foro, ya que siempre fue tímida y retraída. El papa guarda silencio.

El testimonio que más me gustó, personalmente, fue el de una chica que participa de una comunidad neocatecumenal. Es el único testimonio luminoso de unidad a la Iglesia institucional desde una experiencia vivida a nivel personal y comunitario. También fueron valiosas sus aportaciones frente a otros jóvenes críticos, expresando sus motivaciones y creencias en apoyo de la doctrina católica. Resultaban convincentes porque no se trataba simplemente de doctrina e ideas, sino que transmitía la fuerza del testimonio vivido. Me impresionó que el único testimonio tan favorable provenga de los neocatecumenales, un grupo que ha sido generalmente despreciado en ambientes clericales europeos, y que sin embargo ofrece testimonios de conversión y vida cristiana que no se encuentran en otros lugares. También me gustó y me impresionó el comentario que le hizo el papa a continuación. Le agradeció el testimonio que daba, pero también evocó un episodio de Jesús con Pedro, a quien anunciaba que el Espíritu del Mal pondría a prueba su fe. Es evidente que el papa hablaba desde el discernimiento ignaciano, y en lugar de caer en un sentimentalismo paternalista para agradecer el apoyo de unos argumentos favorables -en medio de tantas quejas y dificultades- quiso transmitirle un mensaje espiritual. Aunque personalmente me gustó mucho este mensaje también es verdad que, para aquella muchacha que escuchaba con emoción, aquellas palabras tenían un punto de dureza: ¿por qué hay que hablar del demonio a una joven que vive hoy con ilusión y entusiasmo su fe cristiana?

También me parecía intuir, a lo largo de todo el diálogo, la gran distancia que existe entre el mundo eclesiástico donde se ha desarrollado la vida de la Iglesia en los últimos siglos y el mundo actual, con un ambiente laico y secularizado. La gran distancia cultural y mental existente dificulta el diálogo y una comprensión mutua fluida. Por otro lado, escuchando el conjunto de las intervenciones, parecía evidente que hoy la fe ha de ser compartida en el seno de una comunidad viva. En caso contrario, puede mantenerse un cierto revestimiento cultural de cristianismo, incluso una práctica religiosa ritual, pero la mentalidad se va dejando modelar por otras influencias ambientales poderosas que se van infiltrando en la vida cotidiana. El cristianismo tiene sentido cuando echa sus raíces en un estilo de vida que genera unas experiencias humanas donde la doctrina adquiere su verdadero significado. Sin esta profundidad tiende a diluirse frente a modas ideológicas y culturales y queda reducido a devociones o creencias superficiales. La historia de la Europa cristiana en las últimas décadas lo muestra claramente.

A la iglesia occidental, que desde el concilio de Trento generó la cristiandad y la exportó a todos los continentes, le cuesta comunicar hoy su mensaje en un mundo plural y aconfesional, donde ya no tiene el apoyo del poder político. En esta situación el papa insiste proféticamente en la necesidad de ir a las periferias, aunque sea complicado. Y llega a decir que la verdadera Iglesia está en las periferias. Se trata de una afirmación muy fuerte. Y lo explica añadiendo que en el centro hay mucha gente buena y santa, pero también hay mucha corrupción. El máximo representante de la Iglesia católica se presenta con una sinceridad apabullante.

En diversos momentos del documental nos encontramos con un papa cansado. A veces está callado y deja que la gente vaya hablando todo lo que quiera, que se exprese con libertad. No sólo la salud y los años, sino también las dificultades y los adversarios internos parecen haber hecho mella en él, dejando una huella de cansancio. Pero no pierde su intuición eclesial original, a la que quiere ser fiel: iniciar unas dinámicas nuevas en la Iglesia, confiando su renovación interior a la acción del Espíritu en el seno de la misma, pero sabiendo que los enemigos internos son más peligrosos, sobre todo cuando manipulan la fisonomía eclesial. En diversos momentos de su pontificado ha afirmado que el mayor enemigo de la Iglesia actual es el clericalismo.

En la segunda visualización del vídeo hubo algo que me impresionó profundamente. No lo recordaba de la primera. Se trata del testimonio final, de una monja que había abandonado la vida religiosa y que afirmaba que desde que estaba fuera de la Iglesia estaba mejor, y se encontraba en paz. Ahora decía que había encontrado el amor. Y preguntaba al papa qué era el amor para la Iglesia: «cuando se habla de amor, ¿de qué se está hablando?» Me impresionó profundamente que alguien encuentre la paz y el amor al abandonar la Iglesia y dejar de ser creyente. Era un testimonio demoledor. La respuesta del papa fue terrible y veraz, llena de autenticidad y afrontando los problemas. Dentro de su sencillez, me evocaba lejanamente un mensaje apocalíptico, en línea con el testimonio del Resucitado a las 7 iglesias. Reconoció que en la Iglesia hay mucha manipulación y abuso de poder. Valoró positivamente el hecho de abandonar la vida religiosa cuando uno se deshumaniza y ha de salir de aquel lugar donde no encuentra sentido. Le llegó a decir: “salvaste tu vida…” Desde siempre la vida de la Iglesia se ha definido como un espacio de salvación… Para aquella muchacha la salvación estaba en escapar de un estilo de vida deshumanizado, eclesiástico y opresor. Para terminar el papa le daba un único consejo: que sea ella misma y no se deje llevar por las ideologías. Y añadió, con simpatía, que siguiese su camino, que estaba en buenas manos. La muchacha había preguntado qué era el amor para la Iglesia, pero el papa no le respondió a eso.

El papa acabó agradeciendo a todos, sin exclusión, la exposición de sus ideas y preocupaciones. Dijo que había aprendido mucho y le habían hecho mucho bien. Y acabó afirmando que lo que habían hecho allí era el camino de la Iglesia:  caminar unidos como hermanos, con posiciones más o menos diversas; construir la fraternidad todos juntos.

Al acabar de ver el video lo comentamos en grupo y fuimos a cenar. A continuación, vimos unas escenas de la coronación del rey de Inglaterra, que había ocurrido ese mismo día. Yo tenía sueño y los ojos se me cerraban.

Nos fuimos a descansar, pero ya no podía dormir. Me venía a la mente la imagen y las palabras del final del diálogo con el papa. Me parecía terrible y demoledor el testimonio de quien afirma que irse de la Iglesia le ha traído la paz y una vida mejor. Intuía que aquel último testimonio de aquella mujer era un símbolo de toda la problemática actual de la Iglesia y el mundo, que podía resumirse en una frase:

El mundo busca amor, no lo encuentra en la Iglesia, va a buscarlo fuera de ella.

Y el mismo papa parece confirmar que, en esa situación, “está haciendo bien”. Porque el papa sabe que las palabras no bastan, y que, a veces, es mejor callar. Y daba vueltas en mi mente una Iglesia ensimismada en su burbuja espiritualista, añorando tiempos mejores, frente a una sociedad de hombres y mujeres que buscan la paz y el amor en sus vidas… a los que la institución hoy no sabe qué decirles.

Recordé una anécdota que me ocurrió hace ya cuarenta años. Yo vivía en una comunidad cristiana y estudiaba teología en Deusto (Bilbao). Invitamos a un profesor jesuita de la universidad a cenar con nosotros. Se llamaba José Antonio Goenaga, un buen hombre. Recuerdo que le explicamos nuestro estilo de vida, inspirado en la espiritualidad de la unidad de Chiara Lubich. En síntesis, se trataba de vivir siempre amando a los demás con el amor de Dios, en todos los aspectos de la vida. Y en comunidad se revisaba las experiencias de vida, para que fuesen realmente evangélicas. Aquel jesuita quedó maravillado por aquello que le explicábamos y decía: “¡Pero eso es muy difícil!” Y yo quedé sorprendido de que aquello que me pedían desde el primer día en aquella comunidad que acababa de conocer, para él era algo lejano, al final del camino, y muy complicado…

Era evidente que los nuevos carismas y movimientos eclesiales que aparecían en la Iglesia en los últimos tiempos presentan grandes diferencias con los estilos tradicionales de la vida religiosa y eclesiástica. Para mí fue un elemento fundamental que me presentasen el cristianismo como una vida centrada en el amor, que va madurando y purificándose a lo largo del tiempo. Sin ese testimonio y esa invitación a una experiencia personal y comunitaria, probablemente hoy no estaría en la Iglesia.

Ciertamente queda mucho camino por recorrer -como el mismo papa afirma en la entrevista- para que la Iglesia pueda transmitir de manera eficaz su mensaje a una humanidad que anhela encontrar el amor auténtico y lo busca, con frecuencia, en lugares equivocados, que no llenan su corazón.

El papa anuncia un itinerario, pero falta mucho por hacer. Al final del documental sintetiza que lo que han hecho allí es el camino que la Iglesia debe hacer hoy. Conozco muchas parroquias y espacios eclesiales en diversas diócesis y me cuesta encontrar alguno donde se esté realizando lo que el papa propone.

Creo que este documental tiene un extraordinario interés, y sería bueno visionarlo en las conferencias episcopales, en los institutos de vida religiosa, en centros de espiritualidad, etc. Y dialogar sobre ello. Es una buena oportunidad para reflexionar sobre el mundo actual y el camino de la Iglesia al servicio de la humanidad.

Deja un comentario