Xabier Segura Echezárraga

Ya sabíamos que los grandes cerebros de Silicon Valley, que han conducido a un mundo globalizado a la cultura de las pantallas, enviaban a sus hijos a colegios e instituciones donde no pudiesen utilizarse sus inventos. Y en sus hogares ponían estrictos límites al uso que se hacía de las herramientas tecnológicas que habían diseñado y que estaban poniendo al servicio de la humanidad, sin restricciones. Era evidente que ellos conocían las consecuencias negativas que las nuevas tecnologías tienen en la salud física y psíquica de sus usuarios. También sabemos que el interés de estos individuos y sus empresas ha sido conseguir el máximo beneficio, y para ello no han dudado en usar técnicas de manipulación psicológica o estrategias que incrementan la adicción a las pantallas y a las emociones rápidas y superficiales.
Algunos de los inventores y colaboradores de esta revolución tecnológica se han arrepentido y son activistas de una nueva sensibilidad tecnológica con conciencia social y que predice los peligros del futuro.
Los estudios actuales de neurociencia demuestran que todas estas tecnologías, que están revolucionando la cultura y la sociedad, también están modificando el funcionamiento del cerebro humano de un modo difícil de predecir y evaluar. Están produciendo cambios que afectan a nuestra especie.
Gloria Park, profesora de la universidad de California, en un libro que pronto saldrá a la luz en castellano titulado “Capacidad de atención”, hace unas reflexiones muy interesantes. Explica que la duración media de un plano en el cine y la televisión entre 1930 y 2010 ha pasado de 14 segundos a solamente 4 segundos. Estamos en la cultura del estímulo rápido e inmediato. Nuestra capacidad de atención se ha reducido considerablemente. Es la época del whatsup o del tuit, de Tik Tok o Instagram, donde el mensaje se reduce a pocas palabras o imágenes, y desaparecen los discursos largos. No caben muchos razonamientos ni explicaciones. Y no sólo el contenido, sino que también la presentación del mensaje ha de ser ágil y atractiva. Se va acortando nuestra atención y concentración, y nos acostumbramos al paso rápido de imágenes y palabras atrayentes, una tras otra, creando adicciones inconscientes barnizadas con emociones superficiales.
La universidad de Harvard realizó unos estudios que derivaron en un artículo en la revista Science en el año 2010, cuyo contenido era sorprendente e inesperado. Podía resumirse así: Una mente divagante es una mente infeliz. El vagabundeo mental y la falta de concentración provoca una insatisfacción que tiende a apoderarse de la mente y se convierte en rumiación interna que nos aleja del vivir en el presente de la vida cotidiana. Es importante aprender a concentrarnos, fijar la atención en lo que hacemos y salir del estado superficial de ensoñación que navega por contenidos banales sucesivos, condicionado por emociones primarias. Este nuevo modelo de cerebro humano acomodado y conformista, obediente a los estímulos continuos e inconscientes que recibe, es ideal para una sociedad consumista, ya que se abren para ella nuevos nichos y mercados de aquellos productos que han de satisfacer las nuevas necesidades.
Sólo nos faltaba la Inteligencia Artificial (IA), que se va extendiendo de manera extraordinaria, y cuyas posibilidades han empezado a asustar a sus mismos promotores y a numerosos científicos. Sam Altman (creador de OpenAI y de ChatGPT) confirma el desarrollo imparable de la IA y avisa del peligro de crear entidades cuyo poder es impredecible e incontrolable. Algunos científicos consideran que la sociedad no está preparada para el poder manipulador de la IA y que la democracia está en peligro.
Las aplicaciones de la IA están entrando en numerosas empresas e instituciones, con capacidad de ofrecer servicios extraordinarios a los ciudadanos, pero también con un potencial de manipulación y engaño nunca antes conocido. Con la IA se puede generar en segundos relatos, discursos, imágenes y videos verosímiles pero falsos, que no puedan distinguirse de la realidad. Muy pronto cualquiera podrá usarlos.
Ya Zygmunt Bauman, pensador polaco del siglo XX advirtió de la entrada de la humanidad en un tiempo de pensamiento débil, personalidades líquidas, con creencias difuminadas y cambiantes. No es difícil imaginar a una IA con capacidades infinitamente superiores a las humanas en muchos aspectos, gobernando la vida social de individuos adictos al estímulo emocional y la respuesta condicionada. ¿Quién va a estar detrás de esta Inteligencia Artificial?
Está en peligro la civilización humana, ante el futuro de un Gran Hermano que pueda dominar la sociedad, justificándose con una mayor eficacia y operatividad, pero con intenciones ocultas, que no se alejarán mucho de las que aparecieron en épocas pasadas: el poder y el dominio de los demás.
¿Teorías conspirativas de futuros lejanos? Quizás no esté tan lejos como pensamos.
Depende de nosotros conjugar estos peligros, con conciencia y acción social.
